Mi experiencia en la Pastoral de la Diversidad Sexual

Publicada el 13 de Junio del 2017

En el año 2014 me acerqué a la Pastoral de la Diversidad Sexual, Padis+, luego de vivir cinco años en Concepción. Sabía de su existencia desde antes, y la ya larga amistad con uno de sus miembros –junto a su propia invitación– me animaron a conocerla.

Mi relación con el mundo gay era, sobre todo, la del confesor que, de vez en cuando, atendía a un homosexual, y más permanentemente, la del acompañamiento espiritual y la amistad con varios que me había tocado ir conociendo en mis servicios académicos y pastorales. Hasta entonces, siempre varones.

Mi llegada a la Padis+ de Santiago, sólo para conocerla, sin intención de quedarme ni de ofrecerme para apoyarla como sacerdote, me significó un fuerte remezón espiritual. Primero, porque experimenté de golpe el enorme sentido que tiene, en una sociedad y una Iglesia aún discriminadoras como las nuestras, la existencia de una comunidad donde sus miembros pudiesen vivir su fe con plena libertad para reconocerse homosexuales. Aunque el ideal hacia el cual la Iglesia debería caminar es el de la plena inclusión de las personas homosexuales en toda comunidad (parroquia, capilla, colegio, movimiento, etc.), creo que, mirado con realismo, en nuestro país estamos todavía lejos. Por eso, “las Padis” que se van multiplicando por varias ciudades, son una respuesta adecuada en el hoy y aquí de la sociedad e Iglesia chilenas. No es bueno para ningún creyente vivir ocultando su condición sexual: ni para él, ni para la comunidad en la que participa.

En segundo lugar, esta Pastoral me impresionó por el ambiente de fe, de libertad, de hermandad y afecto que allí se respira. Es una comunidad de verdad: varones y mujeres de muy variadas edades, papás y mamás, religiosos y religiosas. En un grupo humano como el del mundo homosexual, tan a menudo golpeado por la soledad, el miedo, la angustia y la falta de autoestima, fue extraordinario para mí ver la alegría del grupo, experimentar la seriedad de la formación humana y cristiana que se cultiva y, sobre todo, sentir que todo eso se da en una profunda y madura comunión con toda la Iglesia.

En tercer lugar, me llamó mucho la atención la fuerte impronta laical de la Padis+. Me parece que dada su condición de Pastoral de la Diversidad Sexual esto es particularmente importante. Me he sentido siempre muy acogido, querido y valorado como religioso y sacerdote; pero al mismo tiempo he apreciado mucho la madura autonomía que, con la asesoría de un sacerdote jesuita, tiene la comunidad para pensar y realizar su misión propia. La competencia pastoral y el generoso liderazgo de su coordinación, así como la capacidad misionera que lo ha llevado a varias ciudades de Chile para crear comunidades Padis+, demuestran la alta calidad del compromiso laical que anima al grupo.

Me quedé en la Padis+. Ofrecí mi limitado, pero agradecido servicio religioso y sacerdotal, uniéndome a otras religiosas y sacerdotes que ya lo hacían. He conocido y sigo conociendo gente con esperanza, con una vida de fe que ha sabido crecer aún en medio de la discriminación, la desconfianza e incluso el rechazo. Veo cómo la Padis+ acoge, sana, libera, alimenta y fortalece, y eso me edifica.

Veo corazones abiertos al Evangelio de Jesucristo, disponibles para amar y servir a sus hermanos. Veo fragilidad humana, pero en camino de libertad y fortalecimiento, animada por el Espíritu Santo. Y, sobre todo, veo que el camino por el que la Padis+ va avanzando, es el camino por el que quiere ir la Iglesia para llegar a todos los hombres y mujeres del mundo, especialmente a los que, sin desearlo ni buscarlo, han estado por demasiado tiempo en la periferia de la dignidad con la que Dios ha creado a todo ser humano, sea cual sea su condición sexual.

Me quedé en la Padis+ porque, más allá de las limitaciones que pueda tener como toda realidad humana y pastoral, se encuentra aquí la alegría del Evangelio. La PADIS es buena noticia para los que Jesús ama, y sentido para quienes creemos en el Reinado de Dios por el que Jesús dio su vida.

P. Guillermo Rosas ss.cc.